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Bienvenido a la rutina

Bienvenido a la rutina

Se acaban la vacaciones y toca volver a la "rutina". Las vacaciones nos permiten en muchos casos, no en todos, desconectar del día a día. Para algunas personas las vacaciones consisten en cambiar unas preocupaciones por otras y en el peor de los casos sumar nuevas preocupaciones a las que ya tenemos. En conclusión; las vacaciones no son la panacea ni la vuelta a la rutina una tortura.


La palabra "rutina" deriva en su origen del verbo latino "rumpere", que nos llegó a través del francés "route". En latín vulgar de la Galia se decía rupta via (camino roto) con el mismo sentido con que hoy decimos en castellano "romper (abrir) camino". Y una vez que el camino está abierto y es recorrido muchas veces se convierte en una "rutina", refiriéndose inicialmente a una ruta muy frecuentada, pero que hoy denota un hábito adquirido, la costumbre de hacer las cosas sin necesidad de pensar en ellas.


Persona levantándose a las 7:10 AM.
La rutina de levantarse temprano.

La rutina nos da sensación de control y esto nos proporciona seguridad, alejándonos del enfrentamiento con situaciones inesperadas o ajenas a lo planificado; estas situaciones nos hacen gastar energía inútilmente. Si no tenemos la sensación de control no podemos organizarnos, y esto genera caos que nos llevará a la ansiedad y puede terminar en estrés.


Sabemos que la rutina puede cansar y ser aburrida, pero esa misma rutina de la que huimos cuando nos aburre y agobia aporta grandes beneficios si hacemos de ella un ejercicio consciente que nos ayude: amortigua el estrés, mejora la calidad del sueño, estabiliza el estado anímico, facilita el aprendizaje, potencia relaciones interpersonales y crean consistencia en nuestros horarios ayudándonos en la buena gestión del tiempo.


¿Qué se considera rutina?

La línea entre hábito y rutina aparece difusa y parecen los mismo, y aunque los dos están orientados a alcanzar nuestros objetivos existen diferencias que hay que comprender para gestionar mejor el tiempo y la energía.

Se puede considerar el hábito como el comportamiento automático y repetido que haces sin pensar activamente en ello.


La rutina es considerada como la costumbre adquirida de hacer una serie de acciones / hábitos por mera práctica, de manera regular y periódica en un orden específico y de manera consciente. Este comportamiento termina por no suponer un esfuerzo consciente, aportando continuidad y minimizando, en mayor o menor medida, la incertidumbre de la vida cotidiana protegiendo nuestra salud mental y física. La rutina nos aporta una sensación de estabilidad y comodidad, previsibilidad y estructura que ayudan a que la conducta y nuestro comportamiento sea el adecuado, pero también puede generar aburrimiento, monotonía y rutina, y puede resultar agobiante, limitante pudiendo favorecer malos hábitos y conductas de riesgo como el consumo de sustancias psicoactivas, trastornos depresivos y alteraciones del sueño.


Una persona empujando una piedra cuesta arriba.
Las rutinas requieren esfuerzo

Aunque las rutinas diarias pronto pueden convertirse en un hábito, no es un proceso instantáneo se necesita una gran cantidad de voluntad y autodeterminación. Una vez que se empiezan a cosechar los beneficios de una rutina consistente, el circuito de recompensa del cerebro nos animará a alcanzar nuevos niveles.


Desde una perspectiva neurobiológica se entiende que nuestros cerebros se esfuerzan por convertir todo en una rutina, porque pensar demasiado requiere mucho tiempo y gasta mucha energía. Por lo tanto una buena rutina es entendida por nuestro cerebro como un método de supervivencia al minimizar riesgos.


La mayoría de quienes tienen una rutina fija suele querer modificarla de vez en cuando y es algo normal. Cuando la rutina agobia, bien porque es demasiado rígida o deje de motivarte y te aburra, es la señal de la conciencia que indica, que hay que empezar a ser más creativo ya que siempre ponemos en marcha los mismos circuitos neuronales, no damos opciones a nuestro pensamiento, no lo ejercitamos. Aparece el llamado piloto automático. Así, el cerebro se hace vago, rutinario y se comporta de forma pasiva ante el paso de los días. Esto puede provocar que cuando aparezcan nuevas situaciones o problemas a los que enfrentarnos, reaccionemos de una forma algo desproporcionada, ya que como nuestro pensamiento está muy acomodado verá esa situación como amenazante. De modo que una situación que se salga de nuestra rutina pude llegar a desequilibrarnos. Además de esas alteraciones a nivel emocional, la rutina constante puede enlentecer el procesamiento de información, reducir la atención, afectar de forma negativa a la memoria y por su puesto disminuir la capacidad creativa. Por esto es importante mantener una actitud de evaluación y continua mejora.


Personaje que termina aburrido de su rutina.
Las rutinas pueden aburrir

Llegados a este punto es necesario cambios, que en la mayoría de casos no hace falta que sean radicales, pero si introducir variables que nos hagan la vida más emocionante. Que nos hayamos impuesto la obligación de seguir una rutina no significa que esta tenga que llevarse a cabo siempre de la misma forma.


Cambiar la forma en la llevamos a cabo ayuda a prepararnos para afrontar nuevos retos o situaciones que surgen de forma inesperada.


Empezar una rutina

Para proyectar una rutina y motivarnos a realizarla necesitamos un propósito claro estableciendo metas y prioridades. Debemos conocernos a nosotros mismos, conocer nuestros ritmos circadianos y diseñar la rutina entorno a ellos. No intentes copiar la rutina de otros porque a ellos les vaya bien, lo más fácil es que no te funcione.


Persona afirmando tener un plan.
Diseña un plan de acción

Para organizarla es buena idea escribir una lista con aquellas tareas que queremos realizar en el día y organizarlas en un horario. Al principio la lista de tareas no debería ser muy pretenciosa. Si nos cargamos con demasiadas labores lo más fácil es que no consigamos realizarlas todas generando discrepancias entre las expectativas y la realidad, disparando en nuestro cerebro (a través de la amígdala) una variedad de señales de alarma y angustia, nos frustemos y terminemos por desmotivarnos fallando el la implementación de la rutina.


Es mucho mejor empezar por una lista con pocas tareas, aquellas que consideres más importantes para ti (o las que te de la gana) pero que seas capaz de llevarlas a cado. Con el tiempo, cuando se hayan convertido en hábito se pueden ir añadiendo más tareas a la lista. Implementar una rutina no es fácil y lleva tiempo. Lo mejor es usar el método de prueba y error, observando y reflexionando acerca de los resultados. Ajusta y modifica lo que veas oportuno para adaptar tu rutina y que te sea útil de verdad.



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